domingo, 3 de marzo de 2013

Vocalizar

O privar el espíritu
Oprimir el pecho
Omitir el llanto
O sentir lo bello
O mirar el cielo
Obedecer lo cierto
Obcecarse, oscuro
O verter lo viejo

Añorar futuros
A inciertos destellos
Admitir censuras
A todo reencuentro
Abolir los miedos
A sentir de nuevo
Abrir compuertas
A todo lo estrecho

Evitar visiones
Evidenciar los velos
E indagar profundo
E instalar lo superfluo
En toda la vida
Entregada y certera
Exponerlo todo
E invitar desnudos

Integrar lo justo
Implicarse en ello
Igualar el pulso
Intentarse universo
Imitar lo nuevo
Incentivar al vuelo
Impactar lo inmóvil
Inmovilizar lo inquieto

Fauce

Se abren las fauces. 
Una lengua de fuego va secando el deseo. 

La llama doble proviene de allí. 

El prisma engaña, 
cristal de luz que no halla rayos certeros.

La fugacidad de una mirada
contempla el infinito
en un instante
eterno
etéreo

Pregunta fuego, garganta, deseo
qué tanto abismo se acerca.
Con cuánto viento cuenta
la quietud de los cuerpos.

Se escurren todas las simetrías.
Las posibilidades se abren,
multiplican, potencian.

Los rizomas envuelven y disparan
líneas de fuga, incontrolables.
Ya quién controlará esta multiplicidad infinita.

Rencores, furias, deudas a un lado,
a cualquier lado,
reciclarán, y en ese otro nuevo ciclo
volverán transformadas.
Novedad, prisa calma, sosiego.

El abismo se abre, espiralado,
el absurdo se cierne y absorbe
todas estas letras y líneas
arrojadas
a una red cruel y siniestra,
la del vacío, esa totalidad universal,
lo nulo absoluto, lo inmóvil, lo vertiginoso.

Me encontré cuerpo


Me encontré cuerpo. Reconcilié un espíritu errante, doliente con un cuerpo que se creía abandonado. Me encontré vientre, luna creciente que redondea la vida. Me encontré sentido, sentida, sintiendo. Encontré el hilo que une cada cabo, que le otorga sentido a cada vivencia, a cada dolor, a cada pasión.
Me encontré río que recorre tus valles, erosiona tus rocas, las va limando, sacándoles brillo. Me encontré agua, superficie y profundidad, flexible, escurridiza, clara, transparente. Me encontré ave, nido, rama y pico, barro y lluvia, nube y rocío, horizonte y cercanía.
Me encontraste, río. En él. En vos. Nos encontramos. Nos reconocimos. Ya habíamos sido todo. La eternidad se rió en ese instante, en esa mirada que a través de varios metros unió dos almas luz en sí, reencontrándolas consigo mismas. Espejándoles todo, dándoles la libertad suficiente para abandonarse al vacío, entregarse y ser, serlo todo. Ser el universo en un abrir y cerrar de ojos, fundirse, desintegrarse sin dejar de ser íntegros. Sernos absolutamente todo, siempre, sin tiempo, sin espacio, sin nombres ni etiquetas, sin mente ni hastío.
Brillo.
10/02/13

martes, 30 de octubre de 2012

Reflejo rodante


Leer el mundo sin temor a la dislexia.
Puedo hacer un sinfín de interpretaciones de los acontecimientos más cotidianos. Desgajarle lo poético a lo prosaico. Una hermenéutica de banalidades significativas. Los objetos pueden hablarnos constantemente, espejarnos, interpelarnos.
Mi espejo más concreto tiene dos ruedas y es mi medio motor. La bicicleta. En un corto período se le ha dado por interpelarme sin cesar. Los cambios, los frenos, la rueda. Dime qué le sucede a tu bici y te leeré.
Resulta hasta risible que cuando el inconformismo late, el inconsciente comience a lanzarse en objetos ostensibles para tornarse evidente.

martes, 18 de septiembre de 2012

Preguntas


Una serie interminable de preguntas me acucia. Se instalan en mi cráneo como si fueran a quedarse allí por siempre, e inmediatamente son desplazadas por una nueva sucesión de preguntas nimias, e incluso irreverentes, que ocultan detrás de sí una ignorancia grata, casi festiva.
Preguntas existenciales respecto de cualquier asunto, temática o elemento. Me vuelvo socrática con sólo sorber las gotas de humedad del aire que rodea este lecho. Será que esta atmósfera vela una única respuesta que acecha riéndose a carcajadas de mí, de vos, de todas. Será que en el instante en que nos dignemos a asirla, esa epifanía efímera se burlará por última vez, en la estocada final de una muerte precoz, irrisoria e indefectible.

La noche se me antoja eterna


La noche se me antoja eterna. Se cierne sobre mí sin doblegarme, ofrece un sinfín de deleites a mi espíritu sediento. Tiene el poder de traer desde tierras distantes una compañía añeja, inesperada, fructífera. Los libros me leen en una sucesión cuantiosa, conformándome en múltiples personalidades sin índice y en punto de fuga.
La noche se me antoja eterna. Se yergue alborotada y profunda, se hace y deshace en notas de tinta y vibraciones melodiosas. Tiene el poder de traer desde las entrañas del tiempo la perdición de todo reloj; caen las agujas, los minuteros, los segunderos se vierten sobre las sábanas cansadas; se desbaratan los calendarios lunares, solares. La luna tiesa, en cualquiera de sus facetas, revela los secretos más insignificantes y los más relevantes de la existencia. O acaso fuera un mero reflejo en las aguas de una memoria inerte, fútil.
La noche se me antoja eterna. La eternidad se vuelve noche, y como tal es tan bella, oscura, profunda; existe cabalmente sólo para cada una de nosotras.

domingo, 25 de marzo de 2012

Xenófila


Xenófila
en el filo
de tus xenos

Fronteriza
del exilio

Extranjera de todos los países
Apátrida intrínseca

Errante del error
del yerro sin herradura
errando

extranjera en todas las fronteras
las fronteras que sofocan
aíslan los límites
difuminan las esferas de fe

tatúo en mi cuerpo las palabras verdes
para no perderlas en la caminata
tatúo en mi cuerpo (¿cuál?)
otras letras de un escrito sin título
por todos los títulos y nombres que ya tiene

Bárbara=extranjera
El extranjero=Mersault
sociópata
escéptico
extraño
De extrañamiento
Ostranenie constante:
Extrañar la mirada sobre el objeto inerte

Bárbara= bar bar bar
palabras desasidas, descosidas, descompuestas
insensatas

De extranjerismos entendemos
una torre babilónica se desploma
ya sin lenguas,
para qué tanta lengua si de bocas mudas se trata

De todos los idiomas soy políglota del espacio
ignoto entre las humanidades vacías y hastiadas
de todas las lenguas sin boca
de los silencios profundos

De una Babilonia sin génesis
sin genética de genes
de unos genes agentes
sin dígitos, sin dedos
sin las huellas ni los nidos
de tanto país sin frontera
de tanta frontera sin país
de tanto espacio errante del error
06/03/12

viernes, 17 de febrero de 2012

Vicio circuloso

Del no estar estando
el eco hueco recorre
un vacío silencioso
de presas, prisas y prosas.
Tamaña empresa
para tan pequeño ser
que se empeña en
pertenecer o no.
Entre nubes y nieblas
la certeza se dispersa
y se pierde sin reserva.
De entendimientos, en huelga.
De los viajes sin valija,
de los dedos sin mochila
tendrá que enseñarnos el tiempo
u olvidarnos y ser a destiempo.
A la deriva y otros cuentos
escribimos el libro perverso
antes de vivir lo contado
o contar lo vivido.
Nuestra presencia ausente
sabrá liberarnos del deber,
cuando las normas, los marcos y mandatos
se disuelvan, dejándonos en autos.

martes, 19 de abril de 2011

Y/O

Leo y/o escribo
Estudio y/o trabajo
Teorizo y/o vivo

La barra, la grieta,
la escisión, la fragmentación,
la diferencia, el abismo

Y/o soy
¿Quién y/o soy?

Se repite el esquema
una vez más
luego de infinidades
de post-modernos escritos

Nada novedoso pretendo
y/o presento.

Y/o la nada
Y/o el todo
Y/o lo efímero
Y/o la trascendencia
Y/o ¿qué?

martes, 12 de abril de 2011

Analogía

Las tiras de tu inocencia alcanzan el montaje, sacan a relucir toda tu simpleza velada por la compleja psique que no deja perseguir los rastros de la mochila cargada por ese pasado turbulento, compartido, mas distante. Los clavos no se quitan con otras clavas pero una nariz henchida y unos pantalones holgados, las tiras colgantes de tu cabeza, irónicos vestigios de los dos, te sientan bien. Quién imaginara que dos mismas matrices podrían conciliar aquello que convencionalmente parece irreconciliable. Pues aquí, las espirales nos dejaron esos mates amargos y lavados con la deliciosa certeza de encontrar una compañía no sólo grata sino empática, compadeciente, singularmente análoga.

martes, 15 de marzo de 2011

Epicentro

En pleno paroxismo de ególatra
se desarrolla su autoestima.
En la yuxtaposición de impiedades,
depravaciones y vicios
se extienden sus cavilaciones insípidas.

Impertérrito ante la infamia y la corrupción,
se engendra el más profundo de los goces,
de la impecable tradición vengativa.

Ser humano en el apogeo de la humanidad
implica el desvío de la atención hacia el raciocinio
y el derrumbe de la civilización va inquietando
a todos esos pueblos que se creen víctima
de una naturaleza cruel, rencorosa.

Ella, pues también impertérrita, avanza,
desgarra a diestra y siniestra
acrecentando la controversia de la primigenia
contraposición entre ambos bandos,
claramente inexistente.

Y seguimos disertando acerca de nimiedades,
lo superfluo arremete y es más devastador
en conquista de lo alienado,
que la violencia oriunda del mismísimo epicentro
de nuestra subsistencia ingrata.

15/03/11

sábado, 26 de febrero de 2011

Sosiego errante

O tu simpatía velará lo turbio

Tal vez es esa ansiedad la que encubre
todas las vísperas disipadas
en nombre de una peluca de alondras
enterrada bajo el manto de la supuesta veracidad

Pues todos esos rostros estaban descubiertos
y el filo de los límites difusos
no aparta toda esta realidad que supera
que atropella

Las manos que atropellan no tienen dactilares
pero saben dejar huellas
no tienen tacto
pero saben dejar surco

Quizás era manca la figura que no se recuerda
y aún así aquí están las marcas del delito
acaso fuese suya la sombra de paranoia
que aturdía en la reserva

Arruinó tantas notas y melodías ya inaudibles
pervirtió el sonido de las letras más preciadas
arrancó de un solo tirón el pretexto de la huida
dejando una valija llena de inservibles trapitos

y entonces, en cada pista y cada baile
esa mano que atraviesa, insiste, rapta
no puede ser más que la intolerable mención silenciosa
entre todo ese barullo, del tabú de lo nocivo

se podrá montar una isla, un oasis invertido
entre las sierras que encierran
mas todo indica que los acontecimientos
ya no distinguen la realidad de lo ficticio

lo plano del relieve
lo rugoso de lo terso
ingenuidad, mera
ya se ha quedado sin tregua

martes, 25 de enero de 2011

Inconfesabilidad

Una mano se extendió para tranquilizarlo en su furor. Ése fue el instante siniestro. Así comenzó. Olvidó la furia, la tristeza, el avasallamiento del miedo, las ansias. Creyó allí se encontraba el alivio. Confundió la compasión con otro más. Se aferró de su brazo, ante la primera posibilidad de compañía grata, de un gesto de cariño. El auxilio tajante. Una incondicionalidad nula.
Equiparó y juzgó. Pasado, presente, futuro. No llegaba a la categoría de intento.
El plan consistía en el engatusamiento. La inconciencia juega en contra, ahora es sabido. Cómo otro puede confiar. Cómo otro puede valorar. Cómo.
Se encendió. Ya no hubo opción. No puede echarse atrás esa apuesta. Este mazo carecía de comodín. Las cartas las había jugado de antemano, las sabía de memoria.
Todo tierra; la otra, agua. Arremeter contra las aguas con las guampas en alto; todas esas aguas, al parecer calmas. Ni charco, ni arroyo, ni río, ni mar, ni océano pueden. Activó unas cataratas violentas, pedregosas, implacables. Creía conocer el terreno, creía poder valerse de la experiencia, de la calle. Perpetuaba conductas, replicaba inadecuadamente.


Blanco.

Aprendió la inconfesabilidad. La intransferibilidad.
Había creído poder con ello. No imaginaba las implicancias que tendría.
Cuál es el orgullo que se esconde detrás de los actos más magnánimos. El egoísmo implícito, la perversión máxima.

Mudó, transmutó, trocó.
Volver en sí. Tomar el toro por las astas.
Recobró la identidad.
Viaje, retorno, memoria selectiva. Blanco.

Remembranza, nunca inútil, mas funesta. Escarmiento, sino. No creer en las moralejas tiene sus consecuencias. La ingenuidad se vuelve cuerpo, el cuerpo torna instrumento, el instrumento se compone de disonancias. Las disonancias lo ocupan todo.

El suplicio ha de saber así, quien lo prueba en el monte, quien lo lleva en las líneas del iris. Y el aprendizaje, el bagaje a cuestas, ya no en la espalda, sino en el semblante mismo. El retrovisor inclinado, las veces empañado, pero siempre en su sitio. Resta lo que espera por ser vivido. Ha de ser limpiado, a baldazos, para la restauración de la novedad insólita.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Las manos rugosas

Las manos rugosas
El cuerpo vacío
Los vidrios ojosos
La perdición mira

Te escapás a la miseria
Te acamás en el rincón
Te perdés en el espacio chico
Te ahogás en el espacio grande

No nos miran
La torre se derrumba desde los cimientos
Y no podemos parar de regocijarnos
De escombrarnos

Cimientos, ruinas, escombros
La casa vacía
A llenarla de porquerías
Para tapar, taparlo todo

Nada queda más que el cariño
Y todo lo material
Apesta a sacrificio
A mundano, a pasajero, a efímero

Y la trascendencia se hace efímera
Frente a todo eso
Al costado, un campo seco
Y las máquinas que no dejan de hacer ruido, en el silencio total

Todo pasa por el soma
Psico
Trauma sin trama
Trama sin traje
Todo encaje en un tramo
Todo psico soma tiza
En un instante
Y luego
Estalla
Entra en trance
Sin balance
Ni equilibrio
Sólo martirio
El delirio

lunes, 6 de septiembre de 2010

Leer el mundo

Sigue así
Gira y gira
Sin páginas
Que vuelvan
Hay que leerlo de corrido
Porque corre
Rota y traslada
Quiebra en terremotos

Mueven continentes
Las placas tectónicas
Revuelven floras y faunas
Se acercan felinos convertidos en libros
Todas letras y líneas
De fuga
Que hay que leer
Para llegar a
Qué
Dónde
Cuándo

Rebotan las letras
Forman mamarrachos
Ecolalias
Lapsus
Actos fallidos
Los blancos

Para qué leer el mundo
Si es ilegible
Entre tantos vericuetos
Y volteretas
Contorsiones
Obstrucciones
Premoniciones insípidas
Y una ecolalia letrada
Traslada en borrones
La piola que retiene
Los hilos restantes
Del universo multiforme
Del que ¿somos parte?

lunes, 9 de agosto de 2010

Piano, piano

Piano, piano...
Sólo buscaba unos acordes, unas armonías para sonar con vos.
Cuántos partos más para la felicidad. El último y definitivo.Después, el viento. Después, la suave llovizna rejuvenecedora te caerá sobre el rostro y te pintará la vida, te dará nuevos bríos para la maratón de todas las metas.La mirada hacia adelante, sin retrovisor, sin parabrisas, sin paragolpes. Todo bien de frente, en alto, en salto en largo.
Piá, piá, desplegá alas, aprovechá el viento.
Mecete en el aire, no te amesetes, no te metas en macetas, no te hagas un matete. Querete, crecete.
Crezcámonos para, juntos, hacer unas alas de hojas y, sin ojos, salir a hacer aladelta y comer palta, adonde más nos plazca.

domingo, 23 de mayo de 2010

inquebrantable

el límite inquebrantable
estas ganas locas de ser útero
de frenarlas lágrimas y convertirlas en
líquido amniótico

este instinto que no lo es
la verdad escapando
de todos nuestros brazos
cuerpos
sociales, etéreos

el humo entrañal
y entrañable
si no extrañable
de todos nuestros encuentros
de todas nuestras pobrezas
pobrezas límite
pobrezas enriquecidas
por el poder de la miseria
de la inanición
de la indigencia
de la indignación
mísera
mística
música

el transformador
impotente

la voluntad
del intelecto

la usual desgracia
convertida en milagro
y no existe

de todos estos cuerpos
la eternidad ríe
la insignificancia se esparce
el público la menta
y la lluvia persistente
ilumina los rostros (o rastros) cansados
de estas personas con goteras
agotadas
imperfectas
empeorables
inmejorables

hasta la entrenada soledad
mojados los instintos
quebrantado el intelecto
sazonada la esperanza
agotadala razón

empapelamos las paredes
con frases imperfectas
cobardes
y los colores destilados
se filtran entre las ideas
de unos cuantos pobres diablos
intentando hacer la
con un trozo de papel
trozo de témpera
empa pelados los cerebros
consignados sentidos

sinsentidos

ciegos empedernidos

em pina dos participios

creatinas gelatinas

y toda una masa
amorfa

se mofa de nos

sábado, 20 de febrero de 2010

Son un poema

Son un poema
condenando la muerte
sin ojos cualquier
censura es vana
sin llanto cualquier
pérdida es castigo

Son un poema
condenando la muerte
sólo despiertan
los ojos al sueño
sólo la risa del sueño
es la última realidad

No las absurdas
huecas sonrisas
incitando suicidios
de todo presente
son un poema
condenando la muerte

Y por qué las palabras
que esculpen la tinta
no son capaces de
mostrar sus orígenes,
son capaces de
esconder la miseria

Son un poema
condenando la muerte
todas las bocas
que callaron nombres
Todos los nombres
que no saben ser mártires

miércoles, 5 de agosto de 2009

De no creer

“No creo en la leche”, me dijo el muy atrevido. Empecé a preocuparme. Quizá debería ver si tiene fiebre, pensé, debe estar alucinando. A lo mejor son esas ideas locas que le meten los amigos. Ya los voy a agarrar, sinvergüenzas, andar metiendo esas locuras a inocentes. Seguro que se habrá juntado con esos… No lo puedo creer, qué voy a hacer con este chico. Si sigue así, dentro de poco ¿qué me va decir? Que no cree en el aire, que él no respira, que no existimos. Habrase visto… Cómo me va a venir con esas cosas… Yo le dije al Tito “El nene no me toma la leche, dice que no cree en la leche”. Se me quedó mirando y me dijo que tenía que ir al siquiatra. Yo no entiendo esas cosas. Le voy a decir a mi nene, pero si no cree en la leche, menos va a creer en los siquiatras. Ay, qué voy a hacer… Qué voy a hacer… Si le doy la chocolatada no me va a creer. Me dice que es una postura de vida, que él no puede aceptar la existencia de un líquido de tal calaña. Ma qué postura de vida ni qué ocho cuartos, "nene, tomate la leche y dejá de romper". Pero no cree, Aurora, el nene no me cree en la leche. Dice que la vaca no da la leche. Dice que es una ilusión. Ya no sé qué hacer con este nene. Y lo único que me falta es que me aparezca con un tercer ojo, una túnica naranja y un día me diga “Mamá me voy al medio de la montaña a hacer un retiro espiritual”. Y ahí qué hago, ¿eh? Dígame, Aurora, qué hago. Lo pierdo para siempre. Después de todo lo que yo hice por el nene. Las veces que me levanté a mitad de la noche para taparle los pies, porque no sabe lo que el nene se mueve cuando duerme. Lo que lo cuidé cuando le agarraban los ataques de asma en el medio de la calle. Usted no sabe. Y ahora esto. El señorito no se toma la leche: no cree en la leche. Después de la buena educación que le di, las veces que le dije “Nene andá a hacer la tarea” y él que protestaba y pataleaba, hasta que se sentaba a la mesa, abría el cuaderno y yo le preparaba esos bizcochos que a él tanto le gustaban, mi nene querido, qué te hicieron. Pero te digo, Aurora, que son esos amigos bravos que tiene. No sé de dónde los sacó. Yo voy a ir a hablar con la maestra, a ver qué me dice, a ver cómo se comportan en clase. La otra vez vinieron a casa a jugar, a la tarde, después de la escuela. Calladitos, eran. Educados. “Sí, señora”, “No, señora” los hubiera visto Aurora, unos señoritos. Les serví la leche con unas galletas. Una receta que heredé de la Nona, Dios la tenga en la gloria. Una receta de años. Y a que no sabés, a que no te imaginás. Yo estaba viendo ese programa que miro a la tarde, te das cuenta de cuál te hablo, ese que empieza a las cuatro, y les puse esos dibujos que miran todos los chicos, que los tiene embobados. “No miramos tele, señora”, me dijeron. Y me dejaron el plato lleno, ni probaron las galletas de la nona. Y de la leche mejor ni hablo porque me sube la presión. No, no, si esto me huele mal. A leche rancia. Y pero si ahora vienen así los chicos. Uno les da todo y le salen así, ingratos. Les van a pasar por arriba. De no creer. Yo todavía estaba asustada de que me saliera ateo; a lo sumo, anarquista. Pero, ¿la leche? Estos críos son increíbles. ¿Qué tomaban del pecho cuando recién nacieron? No habrá sido gaseosa... Aunque para que anden pensando esas cosas, quién sabe qué madre rara habrán tenido. Y ahora le andan revoloteando alrededor a mi Franquito, él es tan ingenuo, se deja comprar con cualquier gansada. Pero qué le voy a decir, no puedo convencerlo de que crea en la leche. Mire, Aurora, ¿usted qué haría en mi lugar? Yo ya estoy pensando en decirle al Miguel que lo faje a ver si aprende por las malas, pero no va a empezar a creer en la leche por una paliza. Y le digo más, Aurora, la gente ya empieza a decir. Ya ahora que se vino el calor y la gente está en la puerta , o apoyada en la rejita, empieza a decir, vio. El otro día, lunes creo que fue, venía yo del almacén con dos sachés de leche y en esas me cruzo a Doña Carola, que venía del brazo con Filiberta, hablando; y se me quedan mirando calladas se me quedan mirando, y cuando ven la bolsa se me ríen entre dientes. Y a mí me cuentan lo que dice, el muchacho de la esquina me cuenta, que andan diciendo que el nene me salió satánico, que es comunista, y qué sé yo cuántas barbaridades más que usted no se da una idea. Yo ya no sé qué hacer, Aurora, este chico me hizo el hazmerreír del barrio, al Jorge lo gastan en el trabajo me cuenta, yo ya no sé qué hacer. Este domingo lo trato de llevar a la Iglesia a ver si el Padrecito me lo puede corregir. Pero me cuesta creer que esto sea una de esas cosas que se solucionan con un poco de agua bendita, sin ofender, que yo soy más católica que la Virgen. ¿Sabe qué pasa Aurora, quiere que me sincere? Porque yo soy ninguna sonsa. Así como me ve, yo era la mejor de la clase. Me dieron diploma de honor. Todavía tengo la medalla guardada en la mesita de luz, con la que me dio mamá cuando cumplí los quince. Por eso le digo que me escuche Aurora y me diga qué piensa, porque yo ya no puedo más así. No doy más. Es que Franquito siempre fue muy especial. De chico otros nenes lo burlaban porque andaba con el inhalador en el bolsillo del guardapolvo para todos lados, por las dudas, como yo le enseñé. Y los otros se reían, los sinvergüenzas. Desde chiquito que era distinto. De bebé. Por eso no creo que haya que darle mucha vuelta al asunto, ni meter en esto a los comunistas o a los compañeritos que son terribles, si usted supiera. No. Viene por otro lado. Está más claro que el agua, más claro que la leche. Le voy a contar desde el comienzo. Desde el parto. No se imagina cómo me costó darle la leche a Franquito cuando nació. No sé si usted sabe Aurora, pero yo era una maricona. No sabe el escándalo que hice para que no me hicieran cesárea y el nene que era grandote y no podía salir por parto natural. Y yo que lloraba y le gritaba al médico “ni se le ocurra abrirme la panza, ni se le ocurra”. Y después me habré quedado dormida porque no me acuerdo de nada más hasta que lo tuve a Franquito encima mío y no sabés Aurora, no sabés la de besos que le dí. Era un gordito precioso. Eso sí, me daba un miedo darle la teta. Un miedo bárbaro. Los primeros días le dio de comer otra mujer que estaba en el hospital que ya tenía como cuatro chicos y tenía leche para tirar al techo. Era un espectáculo. Después me fui aflojando hasta que le agarré la mano y el nene que al principio, de resentido nomás, no quería mi leche, le fue tomando el gusto de a poco. Y después todo fue normal. Por eso le digo Aurora, esto es cuestión de tiempo, es algo por lo que yo ya pasé. Por eso, en cuanto llegue del colegio me lo siento acá, en la falda, como cuando era un bebote morrudito y va a ver cómo de a poco va a ir aflojando.

Cadáver exquisito, Grupo Ruans

jueves, 12 de marzo de 2009

Danza visual


Sus pupilas componen
y unas falanges dobladas
ejecutan la pieza entera

El iris camaleónico
pierde mi razón
y en espirales corre, asustado

En hipnosis,
recito el himno
de mi escepticismo, de mi alexitimia

Y las miradas, fundidas
aprenden los pasos de baile
que nuestras piernas torpes nunca sabrán

Y en el baile de ojos, reímos
porque sabemos lo absurdo del mundo
que no es capaz de danzar en nuestra pista, virgen

12/03/09

domingo, 1 de marzo de 2009

En alquiler



Nos gustaba coleccionar objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes e irrelevantes para el desarrollo de nuestras vidas.

Tomábamos migas de pan, las convertíamos en un enorme, perfecto refugio-camino para nuestra posterior colección de hormigas a causa de razones poco higiénicas, acaso evidentes.

La casa no tenía los típicos muebles guarda objetos que suelen tener las casas (bastante absurdo dada nuestra capacidad, obsesión con la recolección de objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes e irrelevantes para el desarrollo de nuestras vidas). Se había transformado (acaso siempre lo fue) en un lugar imposiblemente habitable, es decir, inhabitable, es decir. Las colillas del tabaco se unían formando esculturas alrededor de las paredes, en los zócalos, en las bisagras de todas las puertas del no dulce hogar. Aunque dulce podría haber sido, inmensa cantidad de granos de azúcar negra, impalpable, blanca, habían sido tendidos conformando tiernas casitas que parecen de mazapán, salidas del cuento de Hanzel y Gretel. La colección que nos confería más orgullo y sensación de paternidad era la de moho y hongos que se extendía indiscriminadamente por los rincones más oscuros y siniestros de la casa de colección.

Podría seguir enumerando por páginas y páginas aquel museo de objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes e irrelevantes para el desarrollo de nuestras vidas. Sin embargo, hay algo que me lo impide, la impaciencia de contar (en esta colección de letras amontonadas en la colección de papel para mi colección de amigos) que dejaron de tener la cualidad de insignificantes e irrelevantes para nuestras vidas. Todos aquellos objetos y cada uno de ellos habían cobrado para nosotros una suprema relevancia y significación. Básicamente eran nuestras vidas expuestas a aquel museo de…

No importa cómo llamarlo. Podríamos decir que era un museo, sí, hagámoslo. De acuerdo: el museo debía cobrar entrada. Colección de monedas, billetes enrollados con formas exorbitantes, otros varios con algún tipo de significado para nuestra clientela que hacía una perfecta línea, impecable para completar el museo. Una colección de clientela, qué idea magnífica, excelente. Habría que conservarlos en plástico o en latas (también pertenecientes a nuestra colección), lo que fuera para impedir el constante movimiento de sus miembros rompibles. ¿Sería necesario acaso el consentimiento de cada uno de ellos? Absurdo, sería un acto de injusticia para el resto de los integrantes del museo que no fueron consultados para sugerir un método, un lugar de exhibición, y demás. También podrían ponerse exigentes acerca de los métodos e instrumentos que jamás son utilizados para limpiar y mantener con vida a los integrantes del museo, ya que dichos instrumentos también forman parte de él. Y por supuesto que, descontando el hecho de que seguramente con el tiempo y la humedad (también éstos formaban parte del museo de colección) ayudaran, ampliaran la proliferación de hongos, mohos, musgos y otros varios. Todo se dificultó cuando la clientela despertó de un letargo producido intencionalmente por nosotros. Comenzaron a exasperarse, a pedir explicaciones, ¡a correr hacia todos lados sin ningún tipo de respeto por nuestro trabajo en el que habíamos puesto tanto empeño, tantos años! La situación era intolerable (la agregamos a la colección de diversas situaciones). No nos quedó otra opción que convertir nuestro museo en una tienda (cuestión que también se tornaría intolerable, sobre todo debido a nuestro desagrado por negocios y tales, que no cabían en nuestra colección). Sin embargo podría haber funcionado. No entendimos nunca por qué falló aquella fabulosa idea que nos haría salir de la miseria en al que nos metieron nuestros clientes animados. Llegamos a preguntarnos si no habrían sido los espeluznantes comentarios tan poco demagógicos que circulaban por doquier, que fueron difundidos por críticos de arte, aficionados, otros grandes coleccionistas y el resto de la colección de humanidad. Nos llamaban mugrosos. Hipócritas, con qué derecho. Ni siquiera era arte, esculturas, retazos de memoria. No podrían haber acertado nunca.

Ahora se transformó en una tienda. Sí, en una tienda de colección de objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes para el desarrollo de las vidas ajenas, pero de alquiler. Nos alquilábamos entre nosotros para hacer lugar a la creciente cantidad de integrantes del museo-tienda que se nos ofrece en forma de trueque, para costear el intercambio que supone el tráfico mercantil de cada uno de nosotros.

martes, 24 de febrero de 2009

Disparador


Se escuchó. Tibio, sordo, esperanzador. En aquella noche sofocante, el calor abrasaba los cuerpos. Eran cuatro. Todos pelados, colgados, las peladas colgaban hacia el costado, como si nada.

Sí, había sonado. Una vez. Se había confundido con los sonidos arrasadores de las motocicletas. Pero a nadie le quedaba dudas, era un disparo, ineludiblemente. Tenían que inventarlo para que saliera un tema de escritura. No toleraban más estar ahí, callados, a la expectativa, cada uno sumido en cavilaciones de toda índole. Los cuatro escribían sobre disparos y esos disparos, que eran cuatro, sonaban en ecos.

Uno tomaba su cabeza, exprimiéndola para encontrar la víctima de aquel disparo.

Otro, atento a su alrededor, buscaba la situación propensa para que se produjera aquel suceso.

La otra, masticando el bolígrafo, le sacaba punta a las causas, las motivaciones que habían conducido a ese hecho ya consumado.

Pero ninguno de ellos veía que la víctima de aquel disparo eran esas cuatro hojas en blanco que habían sido masacradas con palabras vomitadas, con balas de tinta consumiéndose.

La situación era aquella. Ese bar, con luz tenue, el reggae sonando de fondo, un suave murmullo en la parte trasera. Los bolígrafos en carrera, persiguiendo ideas que se escapaban. Los dedos inquietos, taladrando el vacío de argumentos. Los vasos vacíos, el culo de la cerveza. El cenicero apenas usado. Y las motos con vestigios de motor-disparo. Era aquel disparador.

La causa, las motivaciones. Un bloqueo comunitario. El vacío, ante la multitud de otras ideas. Pues los disparos tienden a producir una sensación de gran magnitud. Quién no tendría nada que decir frente a un disparo. Desde el más frío y violento, hasta el más piadoso y compasivo tendría que aludir a aquel hecho. Espectáculo de bárbaros, drama, tragedia, espanto, temor. Era el motivador, el disparador que todos precisaban.

La víctima: este cuento mutilado, sumergido en cerveza tibia, olvidada.

La trama: imposible divisarla, se la había ocultado detrás de todas las palabras, o se habían perdido en la embriaguez de la noche temprana.

El victimario: esta cabeza, pelada, colgando hacia abajo, el costado. Una soga de hilo sisal, precario, la somete. Así, colgada, pelada, destripada, esta cabeza fue capaz de producir aquel disparo, que sin embargo no ha sido escuchado aún.

El final: la cerveza derramada, nuevamente, la sangre chorreando sobre la hoja. Un jugo espumoso, carmesí, hundiendo las palabras que se esfuerzan por salir a flote para encontrar ese final esperado, que se esconde silencioso, detrás del sonido de una pistola muda. Este bolígrafo inmundo.

17/02/09

martes, 30 de diciembre de 2008

Mendiga


Se agota la saliva para tanta habladuría

Y es que pescan los guiones de diálogo

El instante imperfecto para romper las sogas

Que atan nuestros miembros insanos

Que salpican aterrados, procurando retener

Todas las sensaciones adentro y derramando

Hasta la médula inconciencias e incongruencias

Puras, puras demencias y hasta las ingratas respuestas

Que nadie sabe callar, pero todos callan.

Penetran entre insensateces los tímidos intermitentes

A unas manos rugosas, de médanos y nudillos

Sobresalen,

Pisan resbalando las aguas transpiradas de todos los trabajos recogidos

Y no aguantan más, submarinos entre sales y salas repletas de vacío

Y se acribillan las pupilas con ideas, y se amordazan los dientes

con discursos manchados de tiza y de sangre rancia, putrefacta

Gustan de habitaciones abiertas y de almohadones vestidos de fiesta

Pero las luces siempre desiertas

Titilan con tanta fuerza, temiendo futuras batallas, todas todas eternas

Y no habrá más cenas de gala, no habrá más fuegos, bengalas

Las sombras no se apoderan, poseen las luces adentro

Para luego, con lunas y soles, dominar el cielo

Para luego, con hierbas y peces, dominar la Tierra

Para luego, suplir con engaños las sonrisas de ingenuos

Se agota la saliva para tanta habladuría

No hay más saliva, no hay más bocas abiertas

No hay más dientes amordazados

No hay

Hay una demencia, una sola, conjunta

Y una luz desierta

Con fuerza

Titila, tímida

No está de gala

Es mendiga y pordiosera

Pero no mísera, no

lunes, 3 de noviembre de 2008

Le inventamos un título


Teníamos miedo de lo desconocido. Sí, nos asustaba. Por eso tuvimos que empezar a nombrar todo. Era una sed insaciable. Le asignábamos título a lo que ignorábamos y a lo que nuestra memoria y cultura se dignaban a facilitarnos. Así fue que comenzamos a ser, a tener importancia. Lo que escapaba de nuestros sonidos organizados era inconcebible. Lo que pretendía exceder nuestras nomenclaturas era puro espanto. No pudimos con nuestro genio, hasta tuvimos que improvisar instrumentos para ampliar el lenguaje.

Antaño no sentíamos, ni pensábamos. ¿Éramos felices? No había tal concepto. Ni felicidad, ni sufrimiento. ¿Éramos? Seguramente no. Cómo podríamos ser sin conciencia de serlo. Aún más, no había conciencia siquiera de haber sido. Me atrevo a rectificar lo antes maldicho, no había memoria, tampoco cultura. ¿Animales? Cómo podríamos, los animales sienten. ¿Sí? Nosotros no sentíamos, nos prolongábamos en masas amorfas. ¿Tribus? No, tienen nombre y educación.

No pudimos conformarnos con movimientos y supervivencia salvaje. ¿Acaso no bastaba no sufrir? No. Para ser felices (y es a eso a lo que vinimos, según se encargaron de asegurarnos) tiene que existir su opuesto; de otro modo cómo lo advertiríamos. Entonces nacieron los sentimientos. No voy a detallarlos exhaustivamente, pues no alcanzarían estas hojas. Me limito a dar cuenta de que ingeniamos eso para enterarnos de que así íbamos a ser felices. ¿Otra vez con eso? Inevitablemente. Pues así nacimos, gestados en la infelicidad. Infelices para alcanzar las utopías que deseábamos. Y somos víctimas de todos los sentimientos. Pues con ellos, los juicios de valor.

Luego no bastó simplemente con sentir. Hubo que exteriorizarlo. Y qué si uno se rehusaba a sentir. Impensable (claro, los pensamientos también eran lenguaje).

Ahora no sólo hay que sentir, sino pensar los sentimientos (en palabras) y comentarlos cual chisme (para que se sepa que existen). Para qué. Para luego buscarle a esas palabras vagas e imprecisas una concreción que acumulara sus bastos y múltiples significados a una única acepción en términos perfectivos.

Sugestionados, opacamos toda transparencia.

03/11/08

Que no habrán de florecer


Cargando con pesadas cruces.
Resucitando en mis muertes pascuales.
Caminando sobre flores marchitas.
Regando jardines que no habrán de florecer.

Atravesando todo tipo de caminos.
Custodiando las fronteras de mis sueños.
Esperanzando contra las desilusiones.
Descentrando los núcleos de mis cuentos.

Aún prevalecés en mi mente.
Aún mis oídos se niegan a dejar de escucharte.
Aún la inmensidad de tu olvido me sofoca.
Aún sigo esperando a que te acerques.

Que me digas que ya todo pasó.
Que tu rencor se ha desvanecido.
Aún sigo esperando milagros.
Aún sigo esperando el perdón.

Una ráfaga de olvido.
Un trueno de memorias.
Un recuerdo a escondidas.
Un retorno, viejas historias.

Un no sé lo que siento.
Un miedo infinito al miedo mismo.
Un tiempo a destiempo.
Un futuro lejano que cae en abismo.

Una ilusión de extravío.
Un deseo de reencuentro.
Un pasado tormentoso.
Un contarte lo que siento.

Un no tenerte como amigo.
Un saber que estás muy cerca.
Un provocar que te he perdido.
Me obliga a someterme a tu equilibrio.

Que no quiero.
05/04/05

Intento de omisión


Había desechado lo que se trataba de nosotros.

Había sepultado las evocaciones al nombre.

Había fingido una historia basada en la indiferencia y el olvido.

Había encontrado la manera perfecta de inmolarme.

Había permanecido durante un año desterrada de mi órbita.

Había llegado a ocultarme lo evidente.

Había destruido la capacidad de pensarte y extrañarte.

Había asesinado los vestigios de lo que creía totalmente devastado.

Ignoro cómo, pero lo resucitaste.

08/01/06

miércoles, 8 de octubre de 2008

Apariencia

Desilusión. Era pasar todos los días saboreando el aroma. La frescura que conservaban, sin exceptuar las estaciones frías, ni las secas.

En medio del trajín, del alboroto, del apuro por esquivar maniquíes móviles. El zigzag constante para la supervivencia.

Empalidecen ante la sensación de completud que otorgaban en un instante. Permitir el deleite interno, aspirar el bosque en la ciudad. El degradé natural emanaba de ellas, puras, inmaculadas.

Tanta perversión tenían en un engaño indiscriminado. Habían sembrado la impotencia, ignorando los resultados de las narices peregrinas que caían ante tales perfidias.

Así era, les vertían perfume artificial a las flores.

08/10/08

domingo, 28 de septiembre de 2008

Retroalimentación


De aburrida nomás, por estar todo el día en la cama, decidí irme. Ya había intentado en varias oportunidades hacer un viaje. Cuántas razones lo impidieron.

Otra vez, entre tantas, por costumbre y comodidad, situé mi atención en la biblioteca. Hete que aquí se produjo el escape. El esqueleto seguiría inerte, envuelto entre almohadas y sábanas mutantes. Mientras, yo me dediqué a visitar literaturas. Fui tantas. Pasé de una a otra, escapando también de tramas. Refugiándome en oraciones (sobre todo en subordinadas) y me perdí en algunas estrofas recónditas de poesías horrendas.

Y llegué así al cuaderno en blanco. El que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas. De los que siempre sobraron.

Y llegué así a presenciar mi propia ingesta. Porque era allí: esqueleto (entre almohadas y sábanas mutantes), cuaderno en blanco (el que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas; de los que siempre sobraron) y era, sobre todo, devorada por unos escritos que no habían existido. Siquiera en la mente, siquiera tatuado en el cuerpo.

Y me devoré a mí misma, saboreando la sosera, el aire que me colma, la nada que me invade, el cerebro seco, la piel gastada.

Cómo resistir. Sin poder evitarlo, me volví a vomitar.

27/09/08

sábado, 27 de septiembre de 2008

Incontinencia


Aprieto

Un poco más, más fuerte

No suelto, no

Estrujo contra
los puentes

de la incontinencia toda:

tener fiebre

ser enfermedad del cerebro

padecer de una espalda chueca y unas patas cluecas

erigirme sobre el viento para cantarnos

soltar, entonces, las bisagras


puras bisagras que no saben cerrarse

27/09/08

lunes, 22 de septiembre de 2008

Luz

Y el sol entre persianas

Dentro de la luz,

un millón de lágrimas

que se evaporan

Dejame


Dejame:

Saberte lejos de mí sin rencores
Sentirme cerca de vos sin presiones
Vivirnos nuestras vidas en paz
Sernos felices y complacer mis libertades, que son lo único al fin y al cabo
Poderte contar nuestras cosas sin clavarme en una cruz

No serte cruel frente al mundo
Pedirte un mísero perdón si es que te existió alguna vez una gota de cariño

Pensarte un recordable agrado en mi futuro
Seguirte siendo pasado sin olvidar mi presente.

13/01/05