lunes, 3 de noviembre de 2008

Le inventamos un título


Teníamos miedo de lo desconocido. Sí, nos asustaba. Por eso tuvimos que empezar a nombrar todo. Era una sed insaciable. Le asignábamos título a lo que ignorábamos y a lo que nuestra memoria y cultura se dignaban a facilitarnos. Así fue que comenzamos a ser, a tener importancia. Lo que escapaba de nuestros sonidos organizados era inconcebible. Lo que pretendía exceder nuestras nomenclaturas era puro espanto. No pudimos con nuestro genio, hasta tuvimos que improvisar instrumentos para ampliar el lenguaje.

Antaño no sentíamos, ni pensábamos. ¿Éramos felices? No había tal concepto. Ni felicidad, ni sufrimiento. ¿Éramos? Seguramente no. Cómo podríamos ser sin conciencia de serlo. Aún más, no había conciencia siquiera de haber sido. Me atrevo a rectificar lo antes maldicho, no había memoria, tampoco cultura. ¿Animales? Cómo podríamos, los animales sienten. ¿Sí? Nosotros no sentíamos, nos prolongábamos en masas amorfas. ¿Tribus? No, tienen nombre y educación.

No pudimos conformarnos con movimientos y supervivencia salvaje. ¿Acaso no bastaba no sufrir? No. Para ser felices (y es a eso a lo que vinimos, según se encargaron de asegurarnos) tiene que existir su opuesto; de otro modo cómo lo advertiríamos. Entonces nacieron los sentimientos. No voy a detallarlos exhaustivamente, pues no alcanzarían estas hojas. Me limito a dar cuenta de que ingeniamos eso para enterarnos de que así íbamos a ser felices. ¿Otra vez con eso? Inevitablemente. Pues así nacimos, gestados en la infelicidad. Infelices para alcanzar las utopías que deseábamos. Y somos víctimas de todos los sentimientos. Pues con ellos, los juicios de valor.

Luego no bastó simplemente con sentir. Hubo que exteriorizarlo. Y qué si uno se rehusaba a sentir. Impensable (claro, los pensamientos también eran lenguaje).

Ahora no sólo hay que sentir, sino pensar los sentimientos (en palabras) y comentarlos cual chisme (para que se sepa que existen). Para qué. Para luego buscarle a esas palabras vagas e imprecisas una concreción que acumulara sus bastos y múltiples significados a una única acepción en términos perfectivos.

Sugestionados, opacamos toda transparencia.

03/11/08

Que no habrán de florecer


Cargando con pesadas cruces.
Resucitando en mis muertes pascuales.
Caminando sobre flores marchitas.
Regando jardines que no habrán de florecer.

Atravesando todo tipo de caminos.
Custodiando las fronteras de mis sueños.
Esperanzando contra las desilusiones.
Descentrando los núcleos de mis cuentos.

Aún prevalecés en mi mente.
Aún mis oídos se niegan a dejar de escucharte.
Aún la inmensidad de tu olvido me sofoca.
Aún sigo esperando a que te acerques.

Que me digas que ya todo pasó.
Que tu rencor se ha desvanecido.
Aún sigo esperando milagros.
Aún sigo esperando el perdón.

Una ráfaga de olvido.
Un trueno de memorias.
Un recuerdo a escondidas.
Un retorno, viejas historias.

Un no sé lo que siento.
Un miedo infinito al miedo mismo.
Un tiempo a destiempo.
Un futuro lejano que cae en abismo.

Una ilusión de extravío.
Un deseo de reencuentro.
Un pasado tormentoso.
Un contarte lo que siento.

Un no tenerte como amigo.
Un saber que estás muy cerca.
Un provocar que te he perdido.
Me obliga a someterme a tu equilibrio.

Que no quiero.
05/04/05

Intento de omisión


Había desechado lo que se trataba de nosotros.

Había sepultado las evocaciones al nombre.

Había fingido una historia basada en la indiferencia y el olvido.

Había encontrado la manera perfecta de inmolarme.

Había permanecido durante un año desterrada de mi órbita.

Había llegado a ocultarme lo evidente.

Había destruido la capacidad de pensarte y extrañarte.

Había asesinado los vestigios de lo que creía totalmente devastado.

Ignoro cómo, pero lo resucitaste.

08/01/06