domingo, 3 de marzo de 2013

Vocalizar

O privar el espíritu
Oprimir el pecho
Omitir el llanto
O sentir lo bello
O mirar el cielo
Obedecer lo cierto
Obcecarse, oscuro
O verter lo viejo

Añorar futuros
A inciertos destellos
Admitir censuras
A todo reencuentro
Abolir los miedos
A sentir de nuevo
Abrir compuertas
A todo lo estrecho

Evitar visiones
Evidenciar los velos
E indagar profundo
E instalar lo superfluo
En toda la vida
Entregada y certera
Exponerlo todo
E invitar desnudos

Integrar lo justo
Implicarse en ello
Igualar el pulso
Intentarse universo
Imitar lo nuevo
Incentivar al vuelo
Impactar lo inmóvil
Inmovilizar lo inquieto

Fauce

Se abren las fauces. 
Una lengua de fuego va secando el deseo. 

La llama doble proviene de allí. 

El prisma engaña, 
cristal de luz que no halla rayos certeros.

La fugacidad de una mirada
contempla el infinito
en un instante
eterno
etéreo

Pregunta fuego, garganta, deseo
qué tanto abismo se acerca.
Con cuánto viento cuenta
la quietud de los cuerpos.

Se escurren todas las simetrías.
Las posibilidades se abren,
multiplican, potencian.

Los rizomas envuelven y disparan
líneas de fuga, incontrolables.
Ya quién controlará esta multiplicidad infinita.

Rencores, furias, deudas a un lado,
a cualquier lado,
reciclarán, y en ese otro nuevo ciclo
volverán transformadas.
Novedad, prisa calma, sosiego.

El abismo se abre, espiralado,
el absurdo se cierne y absorbe
todas estas letras y líneas
arrojadas
a una red cruel y siniestra,
la del vacío, esa totalidad universal,
lo nulo absoluto, lo inmóvil, lo vertiginoso.

Me encontré cuerpo


Me encontré cuerpo. Reconcilié un espíritu errante, doliente con un cuerpo que se creía abandonado. Me encontré vientre, luna creciente que redondea la vida. Me encontré sentido, sentida, sintiendo. Encontré el hilo que une cada cabo, que le otorga sentido a cada vivencia, a cada dolor, a cada pasión.
Me encontré río que recorre tus valles, erosiona tus rocas, las va limando, sacándoles brillo. Me encontré agua, superficie y profundidad, flexible, escurridiza, clara, transparente. Me encontré ave, nido, rama y pico, barro y lluvia, nube y rocío, horizonte y cercanía.
Me encontraste, río. En él. En vos. Nos encontramos. Nos reconocimos. Ya habíamos sido todo. La eternidad se rió en ese instante, en esa mirada que a través de varios metros unió dos almas luz en sí, reencontrándolas consigo mismas. Espejándoles todo, dándoles la libertad suficiente para abandonarse al vacío, entregarse y ser, serlo todo. Ser el universo en un abrir y cerrar de ojos, fundirse, desintegrarse sin dejar de ser íntegros. Sernos absolutamente todo, siempre, sin tiempo, sin espacio, sin nombres ni etiquetas, sin mente ni hastío.
Brillo.
10/02/13