Una
serie interminable de preguntas me acucia. Se instalan en mi cráneo como si
fueran a quedarse allí por siempre, e inmediatamente son desplazadas por una
nueva sucesión de preguntas nimias, e incluso irreverentes, que ocultan detrás
de sí una ignorancia grata, casi festiva.
Preguntas
existenciales respecto de cualquier asunto, temática o elemento. Me vuelvo
socrática con sólo sorber las gotas de humedad del aire que rodea este lecho.
Será que esta atmósfera vela una única respuesta que acecha riéndose a carcajadas
de mí, de vos, de todas. Será que en el instante en que nos dignemos a asirla,
esa epifanía efímera se burlará por última vez, en la estocada final de una
muerte precoz, irrisoria e indefectible.