martes, 30 de diciembre de 2008

Mendiga


Se agota la saliva para tanta habladuría

Y es que pescan los guiones de diálogo

El instante imperfecto para romper las sogas

Que atan nuestros miembros insanos

Que salpican aterrados, procurando retener

Todas las sensaciones adentro y derramando

Hasta la médula inconciencias e incongruencias

Puras, puras demencias y hasta las ingratas respuestas

Que nadie sabe callar, pero todos callan.

Penetran entre insensateces los tímidos intermitentes

A unas manos rugosas, de médanos y nudillos

Sobresalen,

Pisan resbalando las aguas transpiradas de todos los trabajos recogidos

Y no aguantan más, submarinos entre sales y salas repletas de vacío

Y se acribillan las pupilas con ideas, y se amordazan los dientes

con discursos manchados de tiza y de sangre rancia, putrefacta

Gustan de habitaciones abiertas y de almohadones vestidos de fiesta

Pero las luces siempre desiertas

Titilan con tanta fuerza, temiendo futuras batallas, todas todas eternas

Y no habrá más cenas de gala, no habrá más fuegos, bengalas

Las sombras no se apoderan, poseen las luces adentro

Para luego, con lunas y soles, dominar el cielo

Para luego, con hierbas y peces, dominar la Tierra

Para luego, suplir con engaños las sonrisas de ingenuos

Se agota la saliva para tanta habladuría

No hay más saliva, no hay más bocas abiertas

No hay más dientes amordazados

No hay

Hay una demencia, una sola, conjunta

Y una luz desierta

Con fuerza

Titila, tímida

No está de gala

Es mendiga y pordiosera

Pero no mísera, no