domingo, 28 de septiembre de 2008

Retroalimentación


De aburrida nomás, por estar todo el día en la cama, decidí irme. Ya había intentado en varias oportunidades hacer un viaje. Cuántas razones lo impidieron.

Otra vez, entre tantas, por costumbre y comodidad, situé mi atención en la biblioteca. Hete que aquí se produjo el escape. El esqueleto seguiría inerte, envuelto entre almohadas y sábanas mutantes. Mientras, yo me dediqué a visitar literaturas. Fui tantas. Pasé de una a otra, escapando también de tramas. Refugiándome en oraciones (sobre todo en subordinadas) y me perdí en algunas estrofas recónditas de poesías horrendas.

Y llegué así al cuaderno en blanco. El que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas. De los que siempre sobraron.

Y llegué así a presenciar mi propia ingesta. Porque era allí: esqueleto (entre almohadas y sábanas mutantes), cuaderno en blanco (el que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas; de los que siempre sobraron) y era, sobre todo, devorada por unos escritos que no habían existido. Siquiera en la mente, siquiera tatuado en el cuerpo.

Y me devoré a mí misma, saboreando la sosera, el aire que me colma, la nada que me invade, el cerebro seco, la piel gastada.

Cómo resistir. Sin poder evitarlo, me volví a vomitar.

27/09/08

sábado, 27 de septiembre de 2008

Incontinencia


Aprieto

Un poco más, más fuerte

No suelto, no

Estrujo contra
los puentes

de la incontinencia toda:

tener fiebre

ser enfermedad del cerebro

padecer de una espalda chueca y unas patas cluecas

erigirme sobre el viento para cantarnos

soltar, entonces, las bisagras


puras bisagras que no saben cerrarse

27/09/08

lunes, 22 de septiembre de 2008

Luz

Y el sol entre persianas

Dentro de la luz,

un millón de lágrimas

que se evaporan

Dejame


Dejame:

Saberte lejos de mí sin rencores
Sentirme cerca de vos sin presiones
Vivirnos nuestras vidas en paz
Sernos felices y complacer mis libertades, que son lo único al fin y al cabo
Poderte contar nuestras cosas sin clavarme en una cruz

No serte cruel frente al mundo
Pedirte un mísero perdón si es que te existió alguna vez una gota de cariño

Pensarte un recordable agrado en mi futuro
Seguirte siendo pasado sin olvidar mi presente.

13/01/05

domingo, 21 de septiembre de 2008

Equinoccio

Estúpida primavera que se atreve a inundar los árboles de hojas, las plantas de flores, las plazas de cursis empedernidos.

Estúpida primavera que se atreve a llenar de colores insulsos los inviernos apenas incipientes en algún ser.

Estúpida primavera que se atreve a pavonearse con sus aromas frutales o sus soles cálidos e insípidos.

Estúpida primavera que se atreve a todo, menos a dejarme con el invierno, mi invierno, el único frío e inútil que comprende, que sabe vestir a una mujer, que sabe peinar los rizos del pretérito, congelando la memoria, obligando a sumergirse bajo los acolchados que tan bien protegen del sol estas pieles sensibles, estos pulmones colmados.


Estúpida primavera

21/09/08 --> estúpida primavera

Consulta vana

Y me pregunto, hoy y una vez más, ante todos, ante esta pantalla aborrecible: qué he de plantear ante los impulsos tan salvajes, la conciencia tan perdida, la vista tan borroneada, el espíritu pisoteado. Y me pregunto, hoy y una vez más, ante todos, ante esta pantalla aborrecible: a qué recurrir cuando ya no hay emociones, cuando solo queda en algún rincón escondido, un vestigio olvidado de todo lo que pudimos haber sido. Ante la humanidad me cuestiono los orígenes de esta pereza arraigada a los huesos, de esta apatía galopante entre noches y mañanas absurdas, de esta insignificante agonía perpetua, de este rechazo inherente a la raza (humana), de esta pérdida progresiva, aniquilante de algún instinto de conservación.


Pisoteado, sí.


Aunque debería ser un signo abierto

¿
Así, sin cerrar


No espero respuesta

Pues sé que no la hay

21/09/08

viernes, 12 de septiembre de 2008

Espasmo


Una tiranía somnolienta que invade la congoja. Una percepción de un nadie, hacia una nada, hacia un invento de la memoria. Para qué engañarse a conciencia si es inútil. Para qué instigar al instinto que intente no comprender las causas. Para qué obligar a estos órganos a sentirse útiles, a sentirse plenos, si aún son tan inocentes como para llevar a cabo esa tarea. Para qué pensar en la compañía, si es la soledad la única que implica una compasión que integra, que aborrezco. La salida, la primordial novia de estas páginas, de estos lápices rotos.

Qué probamos. Qué queríamos demostrarnos. Acaso nuestros cuerpos fusionaran todo eso que tus acordes y mis escritos no compartían. Qué insolencia imaginar un futuro, cuando el pasado gobierna los ayeres y el mañana está exento de calendarios. Porque no coinciden nuestros calendarios, nunca lo hicieron. Ilusa. Permanecer a la sombra de la cordura, del sentido común. Los labios no están preparados para gustar de otros labios, para enseñar a conocer las geografías de alguna comisura escondida entre los dientes del espanto. Si tus manos están hechas para modelarlas sobre otros instrumentos, no te atrevas a tocar por dentro estos instintos tan mal entrenados para responder inseguros a tu llamado siniestro de cariño.

Aselvado, sos de otra especie, tus lianas me engañaron. Tu ciudad y tu campo en el pelo y en la sangre. En el sueño inhumano, en este otro más humano. Porque te entiendo, comparto, nos aborrezco, agonizando por ninguno. Y me asalta la exigencia de escuchar tu insensibilidad para creerte enterado de mis vacíos.

08/09/08

martes, 2 de septiembre de 2008

Tapujos


Todos enmascarados de blanco, vestidos con túnicas blancas y guantes blancos. Sentados en semicírculo.

Magistrado:Damos inicio a la sesión del día de la fecha. Asistente, le cedo el honor de hacer la lectura que concierne a la presente reunión.

Asistente:Con mucho gusto toma el cuaderno que se encuentra en el centro del semicírculo. Henos aquí para tomar conciencia y una decisión respecto a ciertos acontecimientos que han transcurrido, a los que les otorgamos la categoría de “inmorales actos de perversión pública”. Se convoca al acusado en cuestión a concurrir y explicar las causas de tales hechos que nos abochornan como sociedad.

Se acerca el acusado, vestido de igual forma que el resto. Se dirige directamente al centro del semicírculo, se queda allí parado, dando la espalda al mismo. El asistente, aún en posesión del cuaderno, comienza a anotar acelerado cada detalle de lo que sucede.

Acusado:Estoy dispuesto a soportar el peso de la ley que recaiga sobre mí.

Magistrado:Precisamos que nos dé los argumentos suficientes para llevar a cabo tal castigo. Asistente, por favor, lea la transcripción del delito que este personaje ha cometido de manera tan desvergonzada.

El asistente se apresura a obedecer la orden.

Asistente:El señor aquí presente ha tenido la osadía de caminar por las calles principales del pueblo con el rostro totalmente descubierto. Exhibiendo, sin ningún tipo de reparo moral, los atributos más desagradables del ser.

Las mujeres del semicírculo, hasta el momento totalmente silenciosas, sueltan un gritito sordo y cubren sus blancas máscaras con la blancura de sus manos enguantadas.

El acusado que aún permanece en el centro, se arrodilla, siempre mirando hacia delante, y se inclina en posición de súplica. Los demás permanecen impasibles.

Magistrado:Exprese ahora las motivaciones que lo condujeron a cometer tal atrocidadcon repulsión.

El acusado se reincorpora y permanece de pie.

Acusado:Oh… Es que… es ese frescor que se cuela a través de estas vestiduras. Si ustedes supieran…

Magistrado:Responda

Acusado:Se siente tan bonito…

Magistrado:Las razonescada vez más impaciente.

Acusado:Esos libros…

Magistrado:¡¿Cuáles?!ya muy exasperado.

Acusado:Esosseñalando en dirección a la biblioteca colocada a la izquierda. Son tan… Y los deseos de andar por ahí, sin estas cárceles en la cabeza. Ah, deberían probarlo.

Las mujeres repiten el gesto de desaprobación y una deja escapar un triste: “Está loco”.

Magistrado:No sea inconciente. Esos libros son los más leídos y respetados. Ningún otro que haya pasado por encima sus honrosos ojos, ha tenido por bien andar paseándose desnudando el alma de tal calaña.

Acusado:Y las máquinas, señor, las máquinas…

Magistrado:¿De qué habla, demente?

Acusado:De la mente. De todos estos jóvenesseñalando hacia adelanteque cubren sus penas, vergüenzas, crueldades y desquicios con sombrías y perfectas piezas diseñadas todas por igual, fabricadas en la industria de la “normalidad”con una mueca de desprecio. Así es. ¡Hay que esconder la porquería, meter la basura debajo de la alfombra!

¡Está teniendo un ataque!suelta una de las mujeres, con un hilo de voz temerosa.

El asistente se apresura a escribir todo en el cuaderno, sin perder detalle. Los demás, quietos. El acusado parece tranquilizarse.

Acusado:Permítanme explicar: estas vestiduras que he llevado toda mi vida y tan bien se han adaptado a mi piel, me sofocan, me impiden respirar. Ustedes notarán que sus pieles se han fusionado con el material cruel de estos trajes y carceleros. No habría manera de evitar el dolor si repentinamente alguien les arrancara su cubierta. Lograría observarse la carne roída por un ácido terrible, el de sus decoros. Aunque así, me concedo la certeza de atinar cuando propongo que algunos pocos conservan la piel intacta y dispuesta.

Súbitamente, se acerca a dos de las mujeres encubiertas y les arranca de un manotazo las máscaras. Éstas desconcertadas, miran alrededor. Una de ellas, colorada, así como la predicción del acusado, con la piel prácticamente roída, se cubre el rostro, no pudiendo soportar la luz, los colores, el pudor. La otra, maravillada, sonríe, gira la cabeza de un lado a otro, comienza a exaltarse.

El acusado también se desenmascara, se quita los guantes. Toma de la mano a la desenmascarada, sonríen ambos, caminan hacia la multitud y se pierden entre ella.

El resto de los del semicírculo queda silencioso, igual que antes, frente a aquel espectáculo.

El asistente deja caer la mano con la lapicera sobre el suelo.

Magistrado:Camisa blanca, servicio al cuarto, vista al vacío y una ración diaria de pastillas.

Los demás aplauden entusiastamente.

02/09/08