domingo, 28 de septiembre de 2008

Retroalimentación


De aburrida nomás, por estar todo el día en la cama, decidí irme. Ya había intentado en varias oportunidades hacer un viaje. Cuántas razones lo impidieron.

Otra vez, entre tantas, por costumbre y comodidad, situé mi atención en la biblioteca. Hete que aquí se produjo el escape. El esqueleto seguiría inerte, envuelto entre almohadas y sábanas mutantes. Mientras, yo me dediqué a visitar literaturas. Fui tantas. Pasé de una a otra, escapando también de tramas. Refugiándome en oraciones (sobre todo en subordinadas) y me perdí en algunas estrofas recónditas de poesías horrendas.

Y llegué así al cuaderno en blanco. El que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas. De los que siempre sobraron.

Y llegué así a presenciar mi propia ingesta. Porque era allí: esqueleto (entre almohadas y sábanas mutantes), cuaderno en blanco (el que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas; de los que siempre sobraron) y era, sobre todo, devorada por unos escritos que no habían existido. Siquiera en la mente, siquiera tatuado en el cuerpo.

Y me devoré a mí misma, saboreando la sosera, el aire que me colma, la nada que me invade, el cerebro seco, la piel gastada.

Cómo resistir. Sin poder evitarlo, me volví a vomitar.

27/09/08

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