domingo, 3 de marzo de 2013
Vocalizar
Fauce
Una lengua de fuego va secando el deseo.
El prisma engaña,
cristal de luz que no halla rayos certeros.
La fugacidad de una mirada
contempla el infinito
en un instante
eterno
etéreo
Pregunta fuego, garganta, deseo
qué tanto abismo se acerca.
Con cuánto viento cuenta
la quietud de los cuerpos.
Se escurren todas las simetrías.
Las posibilidades se abren,
multiplican, potencian.
Los rizomas envuelven y disparan
líneas de fuga, incontrolables.
Ya quién controlará esta multiplicidad infinita.
Rencores, furias, deudas a un lado,
a cualquier lado,
reciclarán, y en ese otro nuevo ciclo
volverán transformadas.
Novedad, prisa calma, sosiego.
El abismo se abre, espiralado,
el absurdo se cierne y absorbe
todas estas letras y líneas
arrojadas
a una red cruel y siniestra,
la del vacío, esa totalidad universal,
lo nulo absoluto, lo inmóvil, lo vertiginoso.
Me encontré cuerpo
martes, 30 de octubre de 2012
Reflejo rodante
martes, 18 de septiembre de 2012
Preguntas
La noche se me antoja eterna
domingo, 25 de marzo de 2012
Xenófila
viernes, 17 de febrero de 2012
Vicio circuloso
martes, 19 de abril de 2011
Y/O
Estudio y/o trabajo
Teorizo y/o vivo
La barra, la grieta,
la escisión, la fragmentación,
la diferencia, el abismo
Y/o soy
¿Quién y/o soy?
Se repite el esquema
una vez más
luego de infinidades
de post-modernos escritos
Nada novedoso pretendo
y/o presento.
Y/o la nada
Y/o el todo
Y/o lo efímero
Y/o la trascendencia
Y/o ¿qué?
martes, 12 de abril de 2011
Analogía
martes, 15 de marzo de 2011
Epicentro
se desarrolla su autoestima.
En la yuxtaposición de impiedades,
depravaciones y vicios
se extienden sus cavilaciones insípidas.
Impertérrito ante la infamia y la corrupción,
se engendra el más profundo de los goces,
de la impecable tradición vengativa.
Ser humano en el apogeo de la humanidad
implica el desvío de la atención hacia el raciocinio
y el derrumbe de la civilización va inquietando
a todos esos pueblos que se creen víctima
de una naturaleza cruel, rencorosa.
Ella, pues también impertérrita, avanza,
desgarra a diestra y siniestra
acrecentando la controversia de la primigenia
contraposición entre ambos bandos,
claramente inexistente.
Y seguimos disertando acerca de nimiedades,
lo superfluo arremete y es más devastador
en conquista de lo alienado,
que la violencia oriunda del mismísimo epicentro
de nuestra subsistencia ingrata.
sábado, 26 de febrero de 2011
Sosiego errante
Tal vez es esa ansiedad la que encubre
todas las vísperas disipadas
en nombre de una peluca de alondras
enterrada bajo el manto de la supuesta veracidad
Pues todos esos rostros estaban descubiertos
y el filo de los límites difusos
no aparta toda esta realidad que supera
que atropella
Las manos que atropellan no tienen dactilares
pero saben dejar huellas
no tienen tacto
pero saben dejar surco
Quizás era manca la figura que no se recuerda
y aún así aquí están las marcas del delito
acaso fuese suya la sombra de paranoia
que aturdía en la reserva
Arruinó tantas notas y melodías ya inaudibles
pervirtió el sonido de las letras más preciadas
arrancó de un solo tirón el pretexto de la huida
dejando una valija llena de inservibles trapitos
y entonces, en cada pista y cada baile
esa mano que atraviesa, insiste, rapta
no puede ser más que la intolerable mención silenciosa
entre todo ese barullo, del tabú de lo nocivo
se podrá montar una isla, un oasis invertido
entre las sierras que encierran
mas todo indica que los acontecimientos
ya no distinguen la realidad de lo ficticio
lo plano del relieve
lo rugoso de lo terso
ingenuidad, mera
ya se ha quedado sin tregua
martes, 25 de enero de 2011
Inconfesabilidad
Equiparó y juzgó. Pasado, presente, futuro. No llegaba a la categoría de intento.
El plan consistía en el engatusamiento. La inconciencia juega en contra, ahora es sabido. Cómo otro puede confiar. Cómo otro puede valorar. Cómo.
Se encendió. Ya no hubo opción. No puede echarse atrás esa apuesta. Este mazo carecía de comodín. Las cartas las había jugado de antemano, las sabía de memoria.
Todo tierra; la otra, agua. Arremeter contra las aguas con las guampas en alto; todas esas aguas, al parecer calmas. Ni charco, ni arroyo, ni río, ni mar, ni océano pueden. Activó unas cataratas violentas, pedregosas, implacables. Creía conocer el terreno, creía poder valerse de la experiencia, de la calle. Perpetuaba conductas, replicaba inadecuadamente.
Blanco.
Aprendió la inconfesabilidad. La intransferibilidad.
Había creído poder con ello. No imaginaba las implicancias que tendría.
Cuál es el orgullo que se esconde detrás de los actos más magnánimos. El egoísmo implícito, la perversión máxima.
Mudó, transmutó, trocó.
Volver en sí. Tomar el toro por las astas.
Recobró la identidad.
Viaje, retorno, memoria selectiva. Blanco.
Remembranza, nunca inútil, mas funesta. Escarmiento, sino. No creer en las moralejas tiene sus consecuencias. La ingenuidad se vuelve cuerpo, el cuerpo torna instrumento, el instrumento se compone de disonancias. Las disonancias lo ocupan todo.
El suplicio ha de saber así, quien lo prueba en el monte, quien lo lleva en las líneas del iris. Y el aprendizaje, el bagaje a cuestas, ya no en la espalda, sino en el semblante mismo. El retrovisor inclinado, las veces empañado, pero siempre en su sitio. Resta lo que espera por ser vivido. Ha de ser limpiado, a baldazos, para la restauración de la novedad insólita.
domingo, 28 de noviembre de 2010
Las manos rugosas
El cuerpo vacío
Los vidrios ojosos
La perdición mira
Te escapás a la miseria
Te acamás en el rincón
Te perdés en el espacio chico
Te ahogás en el espacio grande
No nos miran
La torre se derrumba desde los cimientos
Y no podemos parar de regocijarnos
De escombrarnos
Cimientos, ruinas, escombros
La casa vacía
A llenarla de porquerías
Para tapar, taparlo todo
Nada queda más que el cariño
Y todo lo material
Apesta a sacrificio
A mundano, a pasajero, a efímero
Y la trascendencia se hace efímera
Frente a todo eso
Al costado, un campo seco
Y las máquinas que no dejan de hacer ruido, en el silencio total
Todo pasa por el soma
Psico
Trauma sin trama
Trama sin traje
Todo encaje en un tramo
Todo psico soma tiza
En un instante
Y luego
Estalla
Entra en trance
Sin balance
Ni equilibrio
Sólo martirio
El delirio
lunes, 6 de septiembre de 2010
Leer el mundo
Gira y gira
Sin páginas
Que vuelvan
Hay que leerlo de corrido
Porque corre
Rota y traslada
Quiebra en terremotos
Mueven continentes
Las placas tectónicas
Revuelven floras y faunas
Se acercan felinos convertidos en libros
Todas letras y líneas
De fuga
Que hay que leer
Para llegar a
Qué
Dónde
Cuándo
Rebotan las letras
Forman mamarrachos
Ecolalias
Lapsus
Actos fallidos
Los blancos
Para qué leer el mundo
Si es ilegible
Entre tantos vericuetos
Y volteretas
Contorsiones
Obstrucciones
Premoniciones insípidas
Y una ecolalia letrada
Traslada en borrones
La piola que retiene
Los hilos restantes
Del universo multiforme
Del que ¿somos parte?
lunes, 9 de agosto de 2010
Piano, piano
Sólo buscaba unos acordes, unas armonías para sonar con vos.
Cuántos partos más para la felicidad. El último y definitivo.Después, el viento. Después, la suave llovizna rejuvenecedora te caerá sobre el rostro y te pintará la vida, te dará nuevos bríos para la maratón de todas las metas.La mirada hacia adelante, sin retrovisor, sin parabrisas, sin paragolpes. Todo bien de frente, en alto, en salto en largo.
Piá, piá, desplegá alas, aprovechá el viento.
Mecete en el aire, no te amesetes, no te metas en macetas, no te hagas un matete. Querete, crecete.
Crezcámonos para, juntos, hacer unas alas de hojas y, sin ojos, salir a hacer aladelta y comer palta, adonde más nos plazca.
domingo, 23 de mayo de 2010
inquebrantable
estas ganas locas de ser útero
de frenarlas lágrimas y convertirlas en
líquido amniótico
este instinto que no lo es
la verdad escapando
de todos nuestros brazos
cuerpos
sociales, etéreos
el humo entrañal
y entrañable
si no extrañable
de todos nuestros encuentros
de todas nuestras pobrezas
pobrezas límite
pobrezas enriquecidas
por el poder de la miseria
de la inanición
de la indigencia
de la indignación
mísera
mística
música
el transformador
impotente
la voluntad
del intelecto
la usual desgracia
convertida en milagro
y no existe
de todos estos cuerpos
la eternidad ríe
la insignificancia se esparce
el público la menta
y la lluvia persistente
ilumina los rostros (o rastros) cansados
de estas personas con goteras
agotadas
imperfectas
empeorables
inmejorables
hasta la entrenada soledad
mojados los instintos
quebrantado el intelecto
sazonada la esperanza
agotadala razón
empapelamos las paredes
con frases imperfectas
cobardes
y los colores destilados
se filtran entre las ideas
de unos cuantos pobres diablos
intentando hacer la
con un trozo de papel
trozo de témpera
empa pelados los cerebros
consignados sentidos
sinsentidos
ciegos empedernidos
em pina dos participios
creatinas gelatinas
y toda una masa
amorfa
se mofa de nos
sábado, 20 de febrero de 2010
Son un poema
condenando la muerte
sin ojos cualquier
censura es vana
sin llanto cualquier
pérdida es castigo
Son un poema
condenando la muerte
sólo despiertan
los ojos al sueño
sólo la risa del sueño
es la última realidad
No las absurdas
huecas sonrisas
incitando suicidios
de todo presente
son un poema
condenando la muerte
Y por qué las palabras
que esculpen la tinta
no son capaces de
mostrar sus orígenes,
son capaces de
esconder la miseria
Son un poema
condenando la muerte
todas las bocas
que callaron nombres
Todos los nombres
que no saben ser mártires
miércoles, 5 de agosto de 2009
De no creer
Cadáver exquisito, Grupo Ruans
jueves, 12 de marzo de 2009
Danza visual

Sus pupilas componen
y unas falanges dobladas
ejecutan la pieza entera
El iris camaleónico
pierde mi razón
y en espirales corre, asustado
En hipnosis,
recito el himno
de mi escepticismo, de mi alexitimia
Y las miradas, fundidas
aprenden los pasos de baile
que nuestras piernas torpes nunca sabrán
Y en el baile de ojos, reímos
porque sabemos lo absurdo del mundo
que no es capaz de danzar en nuestra pista, virgen
domingo, 1 de marzo de 2009
En alquiler

Nos gustaba coleccionar objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes e irrelevantes para el desarrollo de nuestras vidas.
Tomábamos migas de pan, las convertíamos en un enorme, perfecto refugio-camino para nuestra posterior colección de hormigas a causa de razones poco higiénicas, acaso evidentes.
La casa no tenía los típicos muebles guarda objetos que suelen tener las casas (bastante absurdo dada nuestra capacidad, obsesión con la recolección de objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes e irrelevantes para el desarrollo de nuestras vidas). Se había transformado (acaso siempre lo fue) en un lugar imposiblemente habitable, es decir, inhabitable, es decir. Las colillas del tabaco se unían formando esculturas alrededor de las paredes, en los zócalos, en las bisagras de todas las puertas del no dulce hogar. Aunque dulce podría haber sido, inmensa cantidad de granos de azúcar negra, impalpable, blanca, habían sido tendidos conformando tiernas casitas que parecen de mazapán, salidas del cuento de Hanzel y Gretel. La colección que nos confería más orgullo y sensación de paternidad era la de moho y hongos que se extendía indiscriminadamente por los rincones más oscuros y siniestros de la casa de colección.
Podría seguir enumerando por páginas y páginas aquel museo de objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes e irrelevantes para el desarrollo de nuestras vidas. Sin embargo, hay algo que me lo impide, la impaciencia de contar (en esta colección de letras amontonadas en la colección de papel para mi colección de amigos) que dejaron de tener la cualidad de insignificantes e irrelevantes para nuestras vidas. Todos aquellos objetos y cada uno de ellos habían cobrado para nosotros una suprema relevancia y significación. Básicamente eran nuestras vidas expuestas a aquel museo de…
No importa cómo llamarlo. Podríamos decir que era un museo, sí, hagámoslo. De acuerdo: el museo debía cobrar entrada. Colección de monedas, billetes enrollados con formas exorbitantes, otros varios con algún tipo de significado para nuestra clientela que hacía una perfecta línea, impecable para completar el museo. Una colección de clientela, qué idea magnífica, excelente. Habría que conservarlos en plástico o en latas (también pertenecientes a nuestra colección), lo que fuera para impedir el constante movimiento de sus miembros rompibles. ¿Sería necesario acaso el consentimiento de cada uno de ellos? Absurdo, sería un acto de injusticia para el resto de los integrantes del museo que no fueron consultados para sugerir un método, un lugar de exhibición, y demás. También podrían ponerse exigentes acerca de los métodos e instrumentos que jamás son utilizados para limpiar y mantener con vida a los integrantes del museo, ya que dichos instrumentos también forman parte de él. Y por supuesto que, descontando el hecho de que seguramente con el tiempo y la humedad (también éstos formaban parte del museo de colección) ayudaran, ampliaran la proliferación de hongos, mohos, musgos y otros varios. Todo se dificultó cuando la clientela despertó de un letargo producido intencionalmente por nosotros. Comenzaron a exasperarse, a pedir explicaciones, ¡a correr hacia todos lados sin ningún tipo de respeto por nuestro trabajo en el que habíamos puesto tanto empeño, tantos años! La situación era intolerable (la agregamos a la colección de diversas situaciones). No nos quedó otra opción que convertir nuestro museo en una tienda (cuestión que también se tornaría intolerable, sobre todo debido a nuestro desagrado por negocios y tales, que no cabían en nuestra colección). Sin embargo podría haber funcionado. No entendimos nunca por qué falló aquella fabulosa idea que nos haría salir de la miseria en al que nos metieron nuestros clientes animados. Llegamos a preguntarnos si no habrían sido los espeluznantes comentarios tan poco demagógicos que circulaban por doquier, que fueron difundidos por críticos de arte, aficionados, otros grandes coleccionistas y el resto de la colección de humanidad. Nos llamaban mugrosos. Hipócritas, con qué derecho. Ni siquiera era arte, esculturas, retazos de memoria. No podrían haber acertado nunca.
Ahora se transformó en una tienda. Sí, en una tienda de colección de objetos cotidianos de todo tipo, totalmente insignificantes para el desarrollo de las vidas ajenas, pero de alquiler. Nos alquilábamos entre nosotros para hacer lugar a la creciente cantidad de integrantes del museo-tienda que se nos ofrece en forma de trueque, para costear el intercambio que supone el tráfico mercantil de cada uno de nosotros.
martes, 24 de febrero de 2009
Disparador

Se escuchó. Tibio, sordo, esperanzador. En aquella noche sofocante, el calor abrasaba los cuerpos. Eran cuatro. Todos pelados, colgados, las peladas colgaban hacia el costado, como si nada.
Sí, había sonado. Una vez. Se había confundido con los sonidos arrasadores de las motocicletas. Pero a nadie le quedaba dudas, era un disparo, ineludiblemente. Tenían que inventarlo para que saliera un tema de escritura. No toleraban más estar ahí, callados, a la expectativa, cada uno sumido en cavilaciones de toda índole. Los cuatro escribían sobre disparos y esos disparos, que eran cuatro, sonaban en ecos.
Uno tomaba su cabeza, exprimiéndola para encontrar la víctima de aquel disparo.
Otro, atento a su alrededor, buscaba la situación propensa para que se produjera aquel suceso.
La otra, masticando el bolígrafo, le sacaba punta a las causas, las motivaciones que habían conducido a ese hecho ya consumado.
Pero ninguno de ellos veía que la víctima de aquel disparo eran esas cuatro hojas en blanco que habían sido masacradas con palabras vomitadas, con balas de tinta consumiéndose.
La situación era aquella. Ese bar, con luz tenue, el reggae sonando de fondo, un suave murmullo en la parte trasera. Los bolígrafos en carrera, persiguiendo ideas que se escapaban. Los dedos inquietos, taladrando el vacío de argumentos. Los vasos vacíos, el culo de la cerveza. El cenicero apenas usado. Y las motos con vestigios de motor-disparo. Era aquel disparador.
La causa, las motivaciones. Un bloqueo comunitario. El vacío, ante la multitud de otras ideas. Pues los disparos tienden a producir una sensación de gran magnitud. Quién no tendría nada que decir frente a un disparo. Desde el más frío y violento, hasta el más piadoso y compasivo tendría que aludir a aquel hecho. Espectáculo de bárbaros, drama, tragedia, espanto, temor. Era el motivador, el disparador que todos precisaban.
La víctima: este cuento mutilado, sumergido en cerveza tibia, olvidada.
La trama: imposible divisarla, se la había ocultado detrás de todas las palabras, o se habían perdido en la embriaguez de la noche temprana.
El victimario: esta cabeza, pelada, colgando hacia abajo, el costado. Una soga de hilo sisal, precario, la somete. Así, colgada, pelada, destripada, esta cabeza fue capaz de producir aquel disparo, que sin embargo no ha sido escuchado aún.
El final: la cerveza derramada, nuevamente, la sangre chorreando sobre la hoja. Un jugo espumoso, carmesí, hundiendo las palabras que se esfuerzan por salir a flote para encontrar ese final esperado, que se esconde silencioso, detrás del sonido de una pistola muda. Este bolígrafo inmundo.
17/02/09
martes, 30 de diciembre de 2008
Mendiga

Se agota la saliva para tanta habladuría
Y es que pescan los guiones de diálogo
El instante imperfecto para romper las sogas
Que atan nuestros miembros insanos
Que salpican aterrados, procurando retener
Todas las sensaciones adentro y derramando
Hasta la médula inconciencias e incongruencias
Puras, puras demencias y hasta las ingratas respuestas
Que nadie sabe callar, pero todos callan.
Penetran entre insensateces los tímidos intermitentes
A unas manos rugosas, de médanos y nudillos
Sobresalen,
Pisan resbalando las aguas transpiradas de todos los trabajos recogidos
Y no aguantan más, submarinos entre sales y salas repletas de vacío
Y se acribillan las pupilas con ideas, y se amordazan los dientes
con discursos manchados de tiza y de sangre rancia, putrefacta
Gustan de habitaciones abiertas y de almohadones vestidos de fiesta
Pero las luces siempre desiertas
Titilan con tanta fuerza, temiendo futuras batallas, todas todas eternas
Y no habrá más cenas de gala, no habrá más fuegos, bengalas
Las sombras no se apoderan, poseen las luces adentro
Para luego, con lunas y soles, dominar el cielo
Para luego, con hierbas y peces, dominar
Para luego, suplir con engaños las sonrisas de ingenuos
Se agota la saliva para tanta habladuría
No hay más saliva, no hay más bocas abiertas
No hay más dientes amordazados
No hay
Hay una demencia, una sola, conjunta
Y una luz desierta
Con fuerza
Titila, tímida
No está de gala
Es mendiga y pordiosera
Pero no mísera, no
lunes, 3 de noviembre de 2008
Le inventamos un título

Teníamos miedo de lo desconocido. Sí, nos asustaba. Por eso tuvimos que empezar a nombrar todo. Era una sed insaciable. Le asignábamos título a lo que ignorábamos y a lo que nuestra memoria y cultura se dignaban a facilitarnos. Así fue que comenzamos a ser, a tener importancia. Lo que escapaba de nuestros sonidos organizados era inconcebible. Lo que pretendía exceder nuestras nomenclaturas era puro espanto. No pudimos con nuestro genio, hasta tuvimos que improvisar instrumentos para ampliar el lenguaje.
Antaño no sentíamos, ni pensábamos. ¿Éramos felices? No había tal concepto. Ni felicidad, ni sufrimiento. ¿Éramos? Seguramente no. Cómo podríamos ser sin conciencia de serlo. Aún más, no había conciencia siquiera de haber sido. Me atrevo a rectificar lo antes maldicho, no había memoria, tampoco cultura. ¿Animales? Cómo podríamos, los animales sienten. ¿Sí? Nosotros no sentíamos, nos prolongábamos en masas amorfas. ¿Tribus? No, tienen nombre y educación.
No pudimos conformarnos con movimientos y supervivencia salvaje. ¿Acaso no bastaba no sufrir? No. Para ser felices (y es a eso a lo que vinimos, según se encargaron de asegurarnos) tiene que existir su opuesto; de otro modo cómo lo advertiríamos. Entonces nacieron los sentimientos. No voy a detallarlos exhaustivamente, pues no alcanzarían estas hojas. Me limito a dar cuenta de que ingeniamos eso para enterarnos de que así íbamos a ser felices. ¿Otra vez con eso? Inevitablemente. Pues así nacimos, gestados en la infelicidad. Infelices para alcanzar las utopías que deseábamos. Y somos víctimas de todos los sentimientos. Pues con ellos, los juicios de valor.
Luego no bastó simplemente con sentir. Hubo que exteriorizarlo. Y qué si uno se rehusaba a sentir. Impensable (claro, los pensamientos también eran lenguaje).
Ahora no sólo hay que sentir, sino pensar los sentimientos (en palabras) y comentarlos cual chisme (para que se sepa que existen). Para qué. Para luego buscarle a esas palabras vagas e imprecisas una concreción que acumulara sus bastos y múltiples significados a una única acepción en términos perfectivos.
Sugestionados, opacamos toda transparencia.
03/11/08
Que no habrán de florecer

Cargando con pesadas cruces.
Resucitando en mis muertes pascuales.
Caminando sobre flores marchitas.
Regando jardines que no habrán de florecer.
Atravesando todo tipo de caminos.
Custodiando las fronteras de mis sueños.
Esperanzando contra las desilusiones.
Descentrando los núcleos de mis cuentos.
Aún prevalecés en mi mente.
Aún mis oídos se niegan a dejar de escucharte.
Aún la inmensidad de tu olvido me sofoca.
Aún sigo esperando a que te acerques.
Que me digas que ya todo pasó.
Que tu rencor se ha desvanecido.
Aún sigo esperando milagros.
Aún sigo esperando el perdón.
Una ráfaga de olvido.
Un trueno de memorias.
Un recuerdo a escondidas.
Un retorno, viejas historias.
Un no sé lo que siento.
Un miedo infinito al miedo mismo.
Un tiempo a destiempo.
Un futuro lejano que cae en abismo.
Una ilusión de extravío.
Un deseo de reencuentro.
Un pasado tormentoso.
Un contarte lo que siento.
Un no tenerte como amigo.
Un saber que estás muy cerca.
Un provocar que te he perdido.
Me obliga a someterme a tu equilibrio.
Que no quiero.
Intento de omisión
Había desechado lo que se trataba de nosotros.
Había sepultado las evocaciones al nombre.
Había fingido una historia basada en la indiferencia y el olvido.
Había encontrado la manera perfecta de inmolarme.
Había permanecido durante un año desterrada de mi órbita.
Había llegado a ocultarme lo evidente.
Había destruido la capacidad de pensarte y extrañarte.
Había asesinado los vestigios de lo que creía totalmente devastado.
Ignoro cómo, pero lo resucitaste.
08/01/06
miércoles, 8 de octubre de 2008
Apariencia
Desilusión. Era pasar todos los días saboreando el aroma. La frescura que conservaban, sin exceptuar las estaciones frías, ni las secas.
En medio del trajín, del alboroto, del apuro por esquivar maniquíes móviles. El zigzag constante para la supervivencia.
Empalidecen ante la sensación de completud que otorgaban en un instante. Permitir el deleite interno, aspirar el bosque en la ciudad. El degradé natural emanaba de ellas, puras, inmaculadas.
Tanta perversión tenían en un engaño indiscriminado. Habían sembrado la impotencia, ignorando los resultados de las narices peregrinas que caían ante tales perfidias.
Así era, les vertían perfume artificial a las flores.
08/10/08
domingo, 28 de septiembre de 2008
Retroalimentación

De aburrida nomás, por estar todo el día en la cama, decidí irme. Ya había intentado en varias oportunidades hacer un viaje. Cuántas razones lo impidieron.
Otra vez, entre tantas, por costumbre y comodidad, situé mi atención en la biblioteca. Hete que aquí se produjo el escape. El esqueleto seguiría inerte, envuelto entre almohadas y sábanas mutantes. Mientras, yo me dediqué a visitar literaturas. Fui tantas. Pasé de una a otra, escapando también de tramas. Refugiándome en oraciones (sobre todo en subordinadas) y me perdí en algunas estrofas recónditas de poesías horrendas.
Y llegué así al cuaderno en blanco. El que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas. De los que siempre sobraron.
Y llegué así a presenciar mi propia ingesta. Porque era allí: esqueleto (entre almohadas y sábanas mutantes), cuaderno en blanco (el que había utilizado para regalar miserias, obsequiar perfidias, borronear espantos, entregar al vacío la mente, atiborrar de silencios las hojas; de los que siempre sobraron) y era, sobre todo, devorada por unos escritos que no habían existido. Siquiera en la mente, siquiera tatuado en el cuerpo.
Y me devoré a mí misma, saboreando la sosera, el aire que me colma, la nada que me invade, el cerebro seco, la piel gastada.
Cómo resistir. Sin poder evitarlo, me volví a vomitar.
27/09/08
sábado, 27 de septiembre de 2008
Incontinencia

Aprieto
Un poco más, más fuerte
No suelto, no
Estrujo contra los puentes
de la incontinencia toda:
tener fiebre
ser enfermedad del cerebro
padecer de una espalda chueca y unas patas cluecas
erigirme sobre el viento para cantarnos
soltar, entonces, las bisagras
puras bisagras que no saben cerrarse
lunes, 22 de septiembre de 2008
Dejame

Dejame:
Saberte lejos de mí sin rencores
Sentirme cerca de vos sin presiones
Vivirnos nuestras vidas en paz
Sernos felices y complacer mis libertades, que son lo único al fin y al cabo
Poderte contar nuestras cosas sin clavarme en una cruz
No serte cruel frente al mundo
Pedirte un mísero perdón si es que te existió alguna vez una gota de cariño
Pensarte un recordable agrado en mi futuro
Seguirte siendo pasado sin olvidar mi presente.
13/01/05