domingo, 20 de julio de 2008

Sobre un crepúsculo y una infancia

Cuando intente abrir los ojos, el vacío caerá sobre mí como una tormenta helada, no seré más que cenizas. Pero mientras tanto, seguiré desnuda, sumergida en este cementerio de hojas, sintiendo cómo la vida me pasa por un costado sin dar cuentas ni excusas. Sólo me deja envejecer mirando al cielo, cuestionándome sobre tanto y deseando respuestas sin contestaciones. Que nunca acudirán, lo sé. Y temo moverme pues cuando lo haga, más rápido pasará el tiempo viendo cómo mi cuerpo se vuelve papiro. Prefiero seguir así, observando las nubes viajar, trasladando con ellas sueños y esperanzas de infantes que aún no han perdido su inocente ilusión. Ver sus alegres felicidades reflejadas en esponjosas imágenes, puras sobre el cálido crepúsculo que va bajando sobre mí. No me aplastará, lo sé. Pero me resulta inevitable hundirme aún más, convertirme en más pequeña, mientras el sol va atrayendo ese azul ennegrecido que tiñe el cielo y enciende las estrellas, ahuyentando a un anaranjado rosáceo que matiza el campo con su pincel natural.

Esperaré, esperaré que el alba se entone del color del infinito, trayéndome sueños, devolviéndome a la chiquilla que tanto añoro, esa niña que perdí sin darme cuenta y que con tanto dolor enterré en mí pensando que al crecer sería más libre, olvidando que lo fui, mas con las responsabilidades malgasté la libertad. De nada me sirve estar atada a este mundo si podría volar sin siquiera recuerdos ni vestigios de lo que algún día fui y no quiero volver a ser.

Sólo la noche, con su tímida brisa primaveral que se deposita sobre mí, sabe lo que siento. Y el alma vaga, con la corriente, seguirá buscando todo ese mundo que ni siquiera existirá jamás.

Pareciese que el fuego de la tierra me absorbiera a sus entrañas, sin lugar a escape, sin rumbo ni ganas. Me dejaré caer al centro de esta llama inapagable, quizás así sea mejor, el calor y las flamas apaguen las penas que me ahogan y me acabe de consumir totalmente.

Todas las palabras que nunca pude decir, se fundirán formando un único vocablo, imposible de descifrar.

Y el murmullo de la ausencia y el silencio en la presencia, harán que mi ser se sienta tan cargado de nada, con un peso insostenible que me derrumbará, dejando ojos sin brillo de vida, labios secos tan llenos de palabras que se disipan ahogadas, encerradas en el interior. Abro la boca, lo único que logro es engañar al cuerpo, invadiendo mis pulmones de aire, porque las letras se espacian aún más, desmoronando cada frase, desmembrando cada oración.

Los acordes de mis cuerdas vocales han de escapar una melodía muda, cuyo compás mece este mundo, conforma una canción con sentido perdido, el acompañamiento invisible ondeará los oídos, cosquilleando en el pecho, trazando la derrota de la vida.

02/06/04

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