viernes, 25 de abril de 2008

Ciudad de papel


Mientras se consumía el aceite del hornito aromático, iba extinguiéndose la noche.

Habían pasado infinidades de páginas juntos. Desde las ya amarillentas de los textos ovídicos, hasta las más pulcras y afiladas de Gambaro, sin dejar de lado, por supuesto, los imprescindibles clásicos. Todos ellos eran la base del romance; Pabla y Filiberto, platónicos. Más allá de que los personajes que interpretaban en sus agotadoras vigilias de representaciones teatrales se simbiotizaran; y en ese caso, únicamente en ese caso…

Quizá también deberían ser protagonistas de alguna ciudad de papel, en la que enanos de carbono y los demás componentes químicos, se regocijaran de ser parte de tan sublimes creaciones. Lo único catastrófico sería que las manos de un gran escritor, mas con poca destreza motriz, dejasen caer unas gotas del café que lo inspiraba. Entonces, víctimas de aquel tsunami de cafeína, y exaltados con sus efectos despabilantes, huirían de sí mismos para refugiarse el uno en el otro.

Quizá sólo así armarían finalmente ese rompecabezas de piel y sábanas, las mismas que utilizaban de vestuario cuando se ocupaban de ser algunos ajenos que no fueran ellos mismos.

Así, llegaría una vez más el intruso amanecer a irrumpir con su obra y con su sexo bíblico; para dejar entrar por alguna hendija, algo de luz. Y dentro de la luz, el desafío a olvidar el nuevo día y sumirse en el pasado cual personaje de sus títulos predilectos. O simplemente el recordatorio de su vuelta a la oficina, interpretando esta vez los papeles de todos los días.

09/08/06

No hay comentarios: