viernes, 25 de abril de 2008

Mundo en su perfil


Recorría con la mirada distante ese horizonte altibajo. Misterios escondidos, respuestas no formuladas y una rutina demasiado aburrida.

Entonces, después de tantos años de profesión, entre figuras perfectas, atuendos esplendorosos, tomas de perfil, de frente, con más y menos luz, contrastes, sombras, tonalidades, poses, escenografías y contornos; se sintió vacío.

Necesitaba alguien, algo… Un toque especial.

Recurrió a lo que se había negado muchísimo tiempo, desde la infancia. Fue solo al río, se sentó en la misma roca (no había cambiado nada por ahí), para oír el sonido que hacen las uñas al crecer, (como decía su papá años atrás). No sabía bien porqué, esa frase le quedaba retumbando.

Luego de incontables veces, comprendió el discurso mudo y se dio cuenta de su verdadera vocación. Así supo que debería innovar en ese automatismo superficial, haciendo caso de lo que le susurraban las uñas. No precisaba más que ponerse en marcha. Le llevaría un buen tiempo seguramente, pero valía la pena tardar todo lo que fuese necesario. Porque ese pensamiento era el que él, Geroldo, tenía que concretar.

Comenzó a caminar. Quizá sin sentido, quizá sin porqué. Prefería dejarse llevar por el interés de un cambio. Ni siquiera pensaba ya, totalmente inmerso en una nube de extraños sentimientos.

Caminaba y caminaba. Seguía buscando la peculiaridad que le llamase la atención, tanto como quería.

Pasaron tal vez siglos, tal vez segundos, o más bien horas. Muchas horas, hasta que lo encontró.

Era aquello. Lo supo de inmediato.

Una ensalada perfecta entre paisaje y humanidad. Casi utópico. Más bien utópico. Geroldo se asombró de los matices refugiados en la mirada de ese niño. Nunca había visto el amor personalizado, pero esa imagen… sobrepasaba el límite de cualquier sueño, vuelo, deseo o intento de trascendencia. Era más. Mucho más que demasiado perfecto.

Todos los colores y tonos se fundían en cada milímetro de cielo, en cada centímetro de fauna, en cada rincón de cada alma.

De una sociedad infinita, multicolor, multiforme. De una humanidad casi no humana, casi divina, casi celestial. ¿Celestial? Hmmm… como el cielo en el ocaso o en el alba... colorido. Collage entre júbilos y congojas.

Absoluta pureza, inmaculada vivencia que presenta en un mundo tan mundano como profanado por sus mismas fauces. Era inocencia, un solo alma, todas las almas en ella.

Hizo ajustes en la cámara, no sería otra toma sin proyecto, de frente ni de espaldas. La capturó sin flash, ya había demasiada claridad.

Toma de perfil. El perfil de la tierra, de su vida, de la existencia, de la divinidad humana, el perfil del niño; el perfil del mundo. Su mundo perfecto, ideal, sublime, insuperable.

Supo que esa fotografía sería diferente. Se extendería por todo recoveco de aquel universal infinito de espíritus abandonados. Era una imagen novedosa y absoluta. Era aquel perfil del mundo, ése del que nadie jamás se había percatado.

11/09/05

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