viernes, 25 de abril de 2008

Naufragio en 2x4


El reloj seguía horando. Las gotitas caían acompasadas con el minutero. Lentamente los sonidos se fueron opacando con el girar del tocadiscos y un zigzagueante ronroneo de la púa. Empezaba a dejarse escuchar un tanguito de fondo, que iba encendiéndose al compás de la vela. El agua ya iba por los talones, de Jacinto, por supuesto. Dora con sus tacones aguja negros y las medias a tono. El constante goteo. Entre miradas furtivas, claves de sol, contrapuntos, movimientos sensuales y unos pares de piernas que venían, volvían, se enredaban, se hacían el amor y retornaban introvertidas a su posición.

Los tobillos flaqueaban, los dedos de ella, ahora entumecidos, comenzaron a buscar calidez en las piernas del compañero de baile.

El bandoneón, emocionado, aumentaba la intensidad y… los cuerpos. Los cuerpos… Provocados, totalmente excitados, se precisaban el uno al otro.

Pasaban las melodías. Ya había terminado la primera pieza. El segundo tango aligeró el ritmo del goteo. Rodillas. Casi les era imposible levantar más los pies.

Ambos eran el tango. No pudieron siquiera dejar que pasara el tercer tema, que su pollera se había trabado entre la punta del zapato y el cierre, con la media. Era demasiado tarde para detenerlo.

Sin advertir cómo, la boca de él apareció entre las pantorrillas de la bailarina y, atenazando con los dientes la tela, la desvistió por completo.

La cuarta pieza iba llegando a la mitad. El grifo casi no lloraba ya, los muslos de alguno de ellos impedían el salto de las gotas y el movimiento iba apagándose como el tango, la vela y su ardor.

Levitaron hasta no sentir el fluido que sobrepasaba las rodillas.

Dora, muy tranquila, se acercó al tocadiscos y se aseguró por sí misma de que el goteo siguiera sonando, con la misma melodía, hasta la próxima velada en 2x4.

27/07/06

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